Escribir sobre artistas vivos siempre es una tarea gratificante. Como autor, no es necesario especular mucho sobre si el artista sabía esto o aquello para encontrar inspiración; en cambio, las entrevistas personales proporcionan una gran cantidad de información sobre sus métodos de trabajo y procesos de pensamiento. Artista y autor colaboran en el texto.
La siguiente sección presenta la exploración artística del cuerpo y el movimiento por parte del artista Gunter Langer , quien nació en 1950 y ha acumulado una enorme cantidad de obras en esta área.

Ya sea que las pinturas de Gunter Langer permanezcan inmóviles en la pared o que sus esculturas se mantengan sobre pedestales, los motivos poseen, no obstante, el elemento del movimiento.
Aunque el movimiento queda congelado en la imagen —debido al medio— la figura en sí no parece rígida en absoluto, ya que nos invita a reflexionar sobre su movimiento hasta el final, o quizás a imaginar el comienzo del mismo.
Así, la figura pone algo en movimiento dentro de nosotros; nos activa. Este efecto conmovedor resulta innegablemente evidente en el enfoque del artista, quien no está interesado —en el peor de los casos— en representar poses inmóviles y ensayadas sin amor que, en su quietud, esperan ser, con suerte, escenificadas artísticamente.
A Langer le interesa el espacio intermedio, es decir, el momento entre el movimiento emergente y el congelado, entre el no ser todavía y el ser completado.
Aquí reside la expresión de la vitalidad, lo que da vida al momento. Por ello, el cuerpo humano, con sus innumerables posibilidades de movimiento, resulta de particular interés para Langer.
El cuerpo humano no solo le permite experimentar la observación de los movimientos. Es precisamente la naturaleza del movimiento, la manera en que un individuo se mueve en determinadas situaciones, lo que despliega su presencia.
Langer rastrea deliberadamente esta presencia y la describe utilizando los medios de su traducción artística.
Breves momentos de movimiento
Son momentos interactivos y efímeros entre el artista y la modelo —su inspiración— que deben disolverse repetidamente en su punto álgido para renacer, permitiendo que el movimiento exprese plenamente su vitalidad. A pesar de su repetición deliberada, son siempre momentos excepcionales, únicos en cada ocasión.
Solo una experiencia profunda de esta vitalidad, una percepción cada vez más refinada de estos momentos, permite su exitosa traducción en una obra de arte que abarque parte de esa vitalidad. En definitiva, como diría el filósofo Markus Gabriel, ahí reside el poder del arte.
Desde el punto de vista de Langer, las poses rígidamente ensayadas deberían quedar en segundo plano y dar cabida al momento vivo y espontáneo que otorga a la presencia de la modelo su expresión única; también se podría decir: eso es lo que primero da forma y revela sus diferentes rasgos de carácter.
Este acto de revelación se hace evidente al examinar con mayor detenimiento el método creativo de Langer. Mediante la cámara, Langer captura estos instantes fugaces. La rápida velocidad de obturación hace visible lo que suele escapar al ojo humano: breves momentos en los que la modelo levanta imperceptiblemente el velo, revelando su carácter espontáneo antes de que vuelva a ocultarse tras una pose «hábil».
Las ayudas técnicas siempre han sido una extensión de la visión del artista. En este caso, Langer utiliza una cámara para tomar varias fotografías por segundo, lo que le permite ganarle la partida al tiempo. Acorta la duración de la observación; le permite ver con precisión lo que le importa.
La fotografía tomada es solo el primer paso, un boceto. Langer, un pintor y dibujante apasionado, utiliza su boceto fotográfico para evitar que la modelo se bloquee, algo que inevitablemente ocurriría si la dibujara de frente. Por experiencia propia, sabe que esto lleva demasiado tiempo y destruye cualquier espontaneidad en el movimiento.
La ayuda técnica reduce el tiempo. Junto con las modelos, Langer evalúa los bocetos fotográficos y, si es necesario, trabaja con ellas para mejorar los movimientos. De los innumerables bocetos, solo se seleccionan aquellos en los que la expresión de la modelo, su movimiento y la singularidad del momento forman un conjunto armonioso.

La acción es traducción y la traducción es acción
A partir del boceto fotográfico —que sirve meramente de guía—, la traducción a otro medio se realiza en el estudio, abriendo nuevas posibilidades para Langer. De hecho, la traducción —de un medio a otro— representa el proceso artístico en sí: la observación se traduce en internalización, y esta internalización en expresión.
Visible e invisible, activo y pasivo; una interacción de opuestos que, mediante la constante transformación del otro, resurgen continuamente en su contraparte. Esta interacción entre lo visible y lo invisible, la acción pasiva y la activa, se manifiesta en la obra de Langer principalmente en su línea. Es la expresión artística final que, en otros medios, posibilita una mayor expresión artística.
La pasión de Langer reside en dibujar líneas a mano sobre papel. La internalización de la observación —y la imagen mental resultante— es crucial para que la línea fluya libremente, de modo que secciones enteras del motivo emerjan de un solo movimiento. Por lo tanto, la copia rígida está descartada: a Langer no le interesa simplemente hacer una copia gráfica del modelo, ya que este solo sirve de guía para la imagen mental.

La facilidad reside en interiorizar las líneas, en no sobreanalizarlas, preservando así su espontaneidad, su inherente fluidez y su vitalidad; en esencia, la libertad que la línea reclama como propia. En su empeño por crear una imagen, el dibujo lineal de Langer también consiste en comparar directamente su esfuerzo de traducción con el resultado final, evaluando si, a través de su observación concentrada, ha sido exitoso o si, por el contrario, su mano se ha extraviado sobre el papel.
El dibujo ofrece la posibilidad de reducir nociones preconcebidas o principios rectores, resaltar observaciones detalladas y expandir, omitir y/o distorsionar selectivamente la información.
La calidad de la traducción del artista se demuestra entonces al preservar la vivacidad del movimiento, así como la expresión y las características inherentes del modelo en la obra artística, simplemente dándoles una nueva forma, algo que de todos modos no podría haberse evitado con la traducción.
El boceto fotográfico de Langer no es en absoluto inferior a un boceto clásico; también sirve simplemente para almacenar información con el fin de traducirla en una composición. El método para encontrar la composición depende de un modelo o imagen de referencia.
Como imagen bidimensional, el boceto fotográfico ya es una reducción del original. Langer deriva su comprensión de la profundidad de los cuerpos del dibujo clásico de modelos.
Según las circunstancias, Langer utiliza ambos enfoques, lo que influye en su tratamiento de la imagen en términos de proximidad y distancia. Esta relación con el modelo —ya sea como modelo o como principio rector— también determina su enfoque de la composición.
La experiencia adquirida al usar lápiz y papel, así como al trabajar con pintura o arcilla, da forma y amplía las posibilidades compositivas en la exploración del movimiento como tarea artística y deja su propia huella única en el ser del artista.

En el flujo de la experiencia
La exploración creativa de diversas tareas resulta especialmente atractiva porque permite experimentar distintos niveles de existencia. Para Langer, la experiencia que surge —en condiciones ideales— en el fluir de las líneas es, sin embargo, una experiencia de flujo.
En este proceso de abordar una tarea creativa, surge un equilibrio entre el creador, su concentración y su comprensión de la tarea. Este equilibrio conduce a una creciente complejidad y comprensión durante la ejecución de la actividad, creando así su propio sistema, en este caso, artístico.
Como demuestra claramente el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi, este equilibrio permite alcanzar un estado de flujo al encontrar un punto medio óptimo entre la sobrecarga y la falta de desafío que supone la tarea. La autoconfianza de Langer para perseguir su visión con tanta constancia proviene de numerosas experiencias de flujo que han moldeado profundamente su existencia como artista.
Para Langer, los procesos de observación, internalización y creación son indispensables como práctica diaria. Estos procesos le permiten sentir la vitalidad de su existencia artística, que se refleja en su obra, y a través de la práctica diaria, conecta con el mundo y viceversa.
Por lo tanto, su afán por encontrar soluciones a sus tareas es enorme. Estas experiencias del ser, obtenidas a través del trabajo con el material, constituyen la exploración artística de Langer sobre su entorno y su intento de transformarlo.
La convergencia de procesos como representación
En estos conflictos, el mundo exterior se fusiona con la interiorización de Langer, la cual, a través de la agitación emocional, encuentra su expresión en la obra artística. Esta obra emerge como una imagen al mundo, comunicándose con él en su vitalidad. La imagen, como obra de arte, visualiza los movimientos efímeros, visibles e invisibles —físicos y mentales— del proceso creativo del artista.
La acción del artista permanece visible pero codificada en la imagen, encarnando todos los procesos de traducción así como el estado emocional del artista.
En la obra de Langer, la línea define una trayectoria o un flujo. Captura la mirada, que, al seguirla, ya no se mueve libremente sobre el papel, puesto que la línea, en su creación, reclamó toda la libertad para sí misma. Dependemos de seguir su dirección para intentar comprender el movimiento —no solo el del sujeto, sino también el del artista— en su conjunto.
La línea, como representación de todos estos movimientos, penetra nuestra imaginación y simboliza reflexiones sobre las limitaciones y la libertad. Así, en esta interacción de opuestos, la obra de arte no solo constituye una experiencia del ser para el artista, sino también para nosotros, que somos testigos de las representaciones.











