Óleo «Huyendo de mí mismo» (2025) de Gabriel-Cristian Matei

Tras una ruptura, lo más difícil no es dejar ir a la otra persona, sino enfrentarse a uno mismo. Sin el rol de la pareja, sin sus expectativas, uno se queda con sus propias limitaciones, miedos y necesidades insatisfechas. La figura femenina de este cuadro no huye; se libera. Se adentra en el agua como si entrara en un espacio liminal, suspendida entre quien fue y quien podría llegar a ser. El mar se convierte en un lugar de reflexión, purificación y honestidad emocional. Esta obra forma parte de «La vida es bella sin ti», un proyecto multidisciplinario que combina pintura y cine. Narra la historia de una pintora en la costa italiana que redescubre la belleza y la libertad tras una ruptura. El proyecto explora la transformación, el autodescubrimiento y el mar como símbolo de renovación. La escena refleja el silencioso comienzo de la reconstrucción, marcado no por la pérdida, sino por el surgimiento de una relación más honesta con uno mismo.