Cuadro abstracto «Composición n.º II, con rojo y azul» de Piet Mondrian, reproducción de edición limitada.

Es difícil imaginar que las composiciones estrictamente geométricas de Piet Mondrian tuvieran su origen en delicados estudios pictóricos de paisajes. A los 20 años, siendo estudiante en la Academia de Bellas Artes de Ámsterdam, se sintió atraído por el impresionismo. En los Países Bajos, que eran neutrales, permaneció prácticamente al margen de los disturbios de la Primera Guerra Mundial, lo que le permitió dedicarse a su inspiración y a sus estudios teosóficos. Elementos fauvistas y neoimpresionistas tempranos comenzaron a aparecer en sus pinturas. En París, que visitó por primera vez en 1912, participó en varios Salones de los Independientes, donde recibió la influencia del cubismo de Georges Braque y Pablo Picasso. Mondrian redujo gradualmente un árbol, por ejemplo, a líneas horizontales y verticales hasta que barras negras ortogonales dividieron el plano del cuadro, y rellenó los espacios entre ellas con blanco y colores primarios.